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Casa Club Real Federación Española de Golf

miércoles, 23 de octubre de 2013


LA CESTA LLENA DE BOLAS

¿DE DÓNDE VIENEN?

¿A DÓNDE VAN?

 Un día dorado de otoño, el novat@ decidió disfrutar del paisaje “fuera de límites“ del Club de Golf Bonmont. Empezó caminando por los terrenos limítrofes a la urbanización del campo. Rodeó la piscina, y empezó a caminar por una vereda, que le llevó a un montículo, desde el que se divisaba prácticamente todo el campo.

Club de Golf Bonmont 
 Al levantar un pie pisó en algo escurridizo. Se agachó y escarbando entre los hierbajos, encontró una bola de golf de las calificadas de “caras”. La cogió pensando, que por una vez iba a tener una bola, sin que el costasde dinero. Eran sus primeros tiempos de alumno de golf, cuando consumía los cubos de bolas,  en menos de un abrir y cerrar de ojos; pero, sin que llegaran en línea ni a cincuenta metros. La primera bandera, siempre parecía que tenía pies y retrocedía, cuando él lanzaba la bola, al doble de velocidad que ésta era impulsada, por el hierro cinco, que el novat@ tenía en las manos; que, además era, el que más le obedecía. Porque con el siete ni con el driver 1, en aquellos tiempos era capaz que levantase una cuarta del suelo; como mucho la bola imitaba en su trayectoria a Correcaminos.

 Con la bola ”carísima” encontrada, el novat@ siguió tomando el sol. Y, su sorpresa fue, que unos metros más adelante había un sembrado de bolas, caras, baratas y de “practicas” del Club, como esperando que los pájaros las llevaran a incubar a los nidos. Aquel día el novat@ ignoró las del “practicas”, pero se llenó los bolsillos con las “sin” dueñ@. Su sorpresa fue mayúscula, cuando al regreso del paseo comentó el hallazgo con una de las chicas de la tienda del club. Y, la respuesta de la dependienta fue lapidaria: ”est@s que vienen a jugar aquí son tan ricos, que no dejan el juego, por buscar una bola fuera de límites”.

 La frase quedó en el subconsciente del novat@. Tiempo después fue a un campo que estaba en construcción; solo tenía nueve hoyos, en espera, que los socios fundadores tuvieran dinero para, los otros nueve. La mayoría de ellos eran constructores de apartamentos en la cercana costa del Mediterráneo. El novat@ recordando cuando encontró la siembra de bolas en Bonmont pensó que sería curioso comprobar, si los constructores se agachaban o no, por una bola. Y, en verdad, había bolas por doquier,  pero menos, que en el anterior campo.

 La curiosidad del novat@, si se trata de investigar y analizar puede llegar a ser un arduo  “trabajo”,  siguió yendo a ese campo durante varios meses, para con la estadística en la mano, comprobar ¿quién se agacha más por una bola, si los compatriotas del sr. Lavanchy empresarios de fuste internacionales, o los constructores  y encofradores españoles de las infinitas urbanizaciones de apartamentos, que infectan las costas españolas. Se agachaban más, los constructores.

 Emperrado estuvo el novat@ casi un año, yendo de campo en campo, durante meses y meses.  Y, lo que encontró fue: en aquellos, que se podían considerar “públicos”, había muy pocas bolas “perdidas”. Pero, pocas, pocas. Pocas, poquísimas.

 En otros clubs, de socios (amigos de toda la vida), como el novat@ llama a aquellos, que tienen su origen en que un grupo de amigos, se unen, ponen pelas – las que hagan falta -, se contrata un golfista, que lo diseñe, y el equipo pertinente, y se construye el campo para jugar sin que nadie desconocido moleste. Uno con este origen es “Club de Golf Reus Aigüesverds" en el municipio de Reus. Pues, gracias a las bolas perdidas en este club  un marroquí, ha mantenido a su señora y sus cuatro hijos vendiendo las bolas que, cada madrugada ha encontrado en los alrededores de estos greens. Cada día a las ocho de la mañana, allí estaba “Mojamé” sentado en las estribaciones del parking de la entrada al campo con su cesta de bolas, lavadas y secadas; brillantes como nuevas.

Club de Golf Reus Aigüesverds
 El negocio se hacia así:

- ¡Mojamé! ¿qué tienes hoy?
- ¿Cómo las quieres? ¿marca buena o marca mala?

 A partir de aquí, se podía pedir lo que uno quisiera. Y, si las tenía, las daba de cinco en cinco, por la voluntad.


 La verdad, es que los clientes de Mohamed, sabían que tenía cinco bocas a sus espaldas, y eran absolutamente generosos. También hay que decir, en honor a los socios de este club, que aquí practicaban el slogan que los había hecho famosos: “Reus, París, Londres”. Esta era la ruta (desde los romanos hasta que llegó el tripartito) de los vinos, las almendras y las avellanas producidas en tierras reusenses, que junto con empresas familiares, han abastecido al mundo de infinitos productos. El emporio empresarial de la burguesía de Reus, les ha permitido tener casi todo lo que tenía Barcelona; y, si se terciaba, hasta mejor.

 Es célebre entre los resusenses, el caso de un señor que al tener un hijo jugador olímpico de  hockey sobre patines, le construyó en el jardín de su casa,  una pista de entrenamiento idéntica a la del Club de Hockey en Barcelona;  para que puediese entrenar en casa, los días que no tenía que hacerlo con su equipo en la capital de la autonomía.

 La verdad es que, a la mayoría de l@s jugador@s de golf , les molesta mucho  perder bolas – más que por lo que valen (que también) - por lo que significa de fiasco en el partido. Y también, por la rabia que se suele sentir, cuando no se sabe “a dónde ha ido a parar”.

 Hay un campo en la Comunidad de Madrid, que tiene un lago con riachuelo incluido, que los trabajadores, del mismo, suelen comentar con sorna off de record: “¡uff¡ ¡Los peces están plastificaós! Todos los días, se dan un festín, de varios cientos de bolas”.

 El novat@ después de mucho caminar y preguntar a amig@s y conocid@s ha llegado a la conclusión, que todo@s  sentimos la misma o parecida rabia por perder la bola en juego. Sin embargo, se compensa, si se encuentra y se puede reanudar el partido. ¡Bendito sea el golf y sus bolas extraviadas!

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