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Casa Club Real Federación Española de Golf

jueves, 10 de octubre de 2013

LOS TRAMPOSOS EN EL GOLF

 Los grandes enfados, que el novat@ ha presenciado en los campos de golf, siempre han tenido por causa, el mismo tema: las presuntas "trampas", que personas de su absoluta confianza, han hecho o podido hacer, en el transcurso de un campeonato.

 Es inconcebible, por ejemplo, que un gran periodista español tenga dificultades para encontrar compañeros de juego, en los campos de golf en los que es "conocido". Nadie quiere ser su "compañero" en el campo. ¿Razón? Quienes han compartido "salidas" con él, sólo tienen una: si puede, siempre está dispuesto, a hacer trampas.

 El asunto llegó a tal extremo, en algunos campos catalanes, que algunos socios, al verlo entrar en el restaurante, giraban la mesa - para dar la espaldas a la puerta de entrada - y así, evitar el compromiso, de ser sus compañeros.

En un campo cualquiera puede haber un trampos@

 Sin embargo, el periodista, bien por inocencia o por sus muchas ganas de jugar, no tenía inconveniente de dar un toquecito a alguna de esas espaldas y, después de saludar, preguntar, como quien no quiere la cosa: ¿qué? ¿Una salidita?


 El novat@, por razones de ser poco importante para el comunicador, nunca se ha visto en el trance de ser preguntado. Pero, a los que le en alguna ocasión, les ha tocado la china o la cruz de ser sus compañeros, si han podido, nunca han repetido.

 Hay un campo, que gusta mucho al periodista, y que a los habituales, les entran temblores, cuando lo ven llegar. Después de aguantar carros y carretas con él, decidieron, que el compañero de juego del comunicador, sería (previo consentimiento), un coreano del sur, educado y entrenado por los norteamericanos en Vietnam, que tenía fama de emplear en la practica del golf los mismo métodos, que en la contienda, contra Vietnam del Norte.

 Por lo tanto, para disuadir al periodista de hacer trampas, siempre que pedía jugar con socios de ese campo, le endosaban al surcoreano. Y, el surcoreano lo llevaba de hoyo en hoyo con la lengua fuera, y sin tiempo para mover la bola de manera inadecuada. ¡Ah! y, cada vez que había que hacer una anotación en la tarjeta, el surcoreano, con la excusa de ser muy bajito, metía la cabeza debajo de la áxila del periodista, y ponía la nariz junto a la punta del lápiz.

 Esta fue la única manera, de evitar que se escribieran puntos, de más o de menos. También, el único sistema de aburrir al periodista, y que dejara de pisar ese campo.

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